TODOS LOS AGOSTOS SE PARECEN

 

 

 

 

Rosa Ortega
Acabo de darme cuenta que también en verano se publican noticias y se distribuyen periódicos. Es algo así como pretender interesarnos en algo más que un pedacito de sombra y un trago de agua sin tratar. En el artículo del mes pasado solo pude hablar de los nombramientos a dedo de directores en centros públicos de la comunidad de Madrid y de la rabia y frustración que supone para padres, alumnos y profesores que la administración imponga equipos directivos, en centros que funcionan y sobre todo que luchan cada día por mejorar su trabajo. En algunos de estos centros continúan con las movilizaciones y las protestas de toda la comunidad educativa. Seguiremos en septiembre muy pendientes de su lucha.
Pero estamos en agosto, mes de las vacaciones para muchos, mes del hastío para algunos. Mes del encefalograma plano, de la siesta eterna, del vuelva usted en septiembre, de la playa, de los viajes. Mes para seguir pensando, deleitándonos con un buen libro.

En verano y en silencio sigamos haciendo animación a la lectura para niños y jóvenes. Sentémonos en una tumbona a leer durante horas. Si algún niño joven nos pregunta qué hemos aprendido y para qué ha servido nuestra lectura, le sonreiremos y con eso basta. Solo con este gesto nuestros niños y jóvenes se interesaran por aquello que nos provoca felicidad y entretenimiento y permite que les dejemos en paz, durante un buen rato. Querrán un libro para ellos. Si preguntan, no debemos decir qué tienen que leer, tan solo mostrarles el camino de la librería, la biblioteca o un rincón de casa lleno de libros, que sin decir nada habremos preparado para ellos.
Con el calor, en la tumbona y con la casa a oscuras no tendremos fuerza para reproches, nada de oponer teléfono móvil a lectura, Pokemon Go a búsqueda de monumentos históricos ni siquiera relacionar WhatsApp con el conocimiento de las reglas ortográficas. Estaremos en silencio.
Si nosotros, los que ya vamos camino de ancianos venerables, somos capaces de integrar la robotización de la vida en nuestra realidad, también tenemos que actuar con inteligencia y sagacidad para que los niños y jóvenes integren nuestra maravillosa literatura en su realidad. Para seguir dándoles pistas, a los mas impetuosos de todos ellos podemos contarles lo que nos dice Juan José Millás en su articulo del día 21 y 22 de agosto en El País. A grandes rasgos (recomiendo, por supuesto la lectura íntegra de ambos textos) nos dice que en estos tiempos la lectura es una de las pocas actividades transgresoras. Destrozar cristales en las marquesinas fortalece el sistema. Si un día desaparecieran los delincuentes el Ministerio del interior no tardaría ni 48 horas en convocar oposiciones para cubrir urgentemente esas vacantes. El joven verdaderamente antisistema es aquel que se queda el sábado por la noche leyendo Madame Bovary ( como saben los lectores la obra cumbre de la literatura francesa del siglo XlX). Imagino que esta afirmación provoca la hilaridad de quienes están leyendo este escrito pero me remito nuevamente al interesante articulo de Juan José Millás.
Los que pensamos que leer es un derecho seguiremos insistiendo a lo largo de este nuevo curso de las bondades de la lectura en clase, en casa, en el metro y hasta en la bici.

 

Está a punto de comenzar un nuevo curso y ha llegado el momento de quitar los paréntesis de nuestro calendario, rellenar los puntos suspensivos con buenas ideas, seguir luchando para mejorar la educación, intentar olvidarnos de los jóvenes salvadores de España que son capaces de pactar con todo lo que se mueve y disfrutar del recuerdo de las Perseidas, las lagrimas de San Lorenzo o la lluvia de meteoritos, como prefieran. En septiembre nos rescataran los poetas.

 

 

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