José de Villamisar
Desde PEÑALABRA
Este país tramposo está infectado de marrulleros o pícaros, no solo nos engañan en el mercado, sino también en los Bancos, que al menor descuido te venden productos que desconoces y que a la larga resultan basura y no puedes recuperar el dinero invertido, te cobran comisiones injustificadas y te cargan unos intereses por descubiertos que en muchos casos roza la usura.
Nos engañan los chinos, que además de vendernos «colorines» en sus comercios, traen a España un Banco para blanquear su dinero.
Nos engañan los iraníes, que al parecer usan la valija diplomática para llevar o traer dinero sin el más mínimo control de nuestras autoridades monetarias.
Nos engañan los políticos, diciendo que harán una cosa, para después hacer todo lo contrario, o lo que les de la realísima gana.
Y, por si fuera poco nos engaña hasta el Dentista, que ante la falta de regulación, y los nulos escrúpulos de los personajes, permitieron la expansión de un negocio sustentado en la precariedad de sus profesionales y la implantación de un sistema de financiación, (legal?, que permite a los clientes con pocos recursos acceder a créditos gestionados por las propias clínicas, y con ello cobraban por adelantado los servicios prometidos y no siempre realizados.
Estos días en que los políticos andan afanados en busca de trapicheos para formar mayorías que les permitan encumbrarse en lo más Alto de la Magistratura de la Nación, obvian hechos, que a mi entender es una trama más de corrupción, me refiero a las llamadas «Puertas giratorias», son hechos de corrupción pura y dura,. El caso más reciente lo tenemos en el recién fichaje de Trinidad Jiménez por Telefónica, que es el último de una larga lista de retiros dorados en la empresa de telecomunicaciones, que más bien parece una agencia de colocación para viejas glorias, que las acoge para pagar los servicios prestados.
Solo unos ejemplos para ilustrar la corruptela o sinvergüencería de nuestros políticos que hacen de Telefónica su cortijo:
Rodrigo Rato, vaya personaje, entró en Telefónica cuando ya estaba imputado y se fue cuando aparecieron las tarjetas «black»; Yolanda Barcina, ex-presidenta de Navarra, después de perder las elecciones fue nombrada Consejera de la filial que opera Movistar; Fernando Almansa, ex-Jefe de la casa del Rey, fichó dos meses después de cesar en la Zarzuela; Eduardo Zaplana, ex-Ministro, renunció al escaño en el Congreso de los Diputados y se fue a Telefónica; Ivan Rosa, es el marido de la Vicepresidenta en funciones del Gobierno, Soraya Saénz de Santamaría, dejó su puesto de abogado del Estado para irse a la Operadora; Narcís Serra, ex-ministro socialista y nefasto Presidente de Cataluña-Caixa, formó parte de tres consejos de la compañía; Andrea Fabra, ex-Diputada e hija del ex-Presidente de la Diputación de Castellón, es aquella que gritó desde su escaño «¡Qué se joodan!» refiriéndose a los parados, se fue a Telefónica; Paloma Villa, esposa de Eduardo Madina, ex-Diputado y posteriormente candidato a la Secretaría general del PSOE, también le hicieron un hueco en la empresa de telecomunicaciones.
Todos estos están repartidos entre las filas de los dos grandes partidos que alternaron el gobierno de España desde la transición democrática, pero el máximo exponente de todo este entramado está en un miembro de la realeza, Iñaki Urdangarín. Cuando allá por el año 2006 se encendieron las primeras alarmas sobre el entramado empresarial del Instituto Nos y con el fin de que el ex-Duque abandonara ,o se alejara al menos, del citado Instituto, Telefónica Internacional anunciaba su fichaje y le enviaba a Washingtón, lo que viene después es de todos conocido, menos lo que se está conociendo actualmente en la Audiencia Provincial de Palma de Mallorca.
Por todo ello produce náuseas la política, a la que todos debiéramos dar la espalda. Por eso infinidad de ciudadanos no votan, no saben no contestan, pero eso a los gobiernos y a los políticos les trae sin cuidado. Está claro que lo único que les importa es hacer caja electoral, no el desaliento de tantos, hartos de las maniobras politiqueras, de leyes de embudo, de frivolidades, de incumplimientos de los pactos entre gobiernos que se suceden. Son infinidad de ciudadanos que abominan de los incumplimientos de la Constitución, que el gobierno de turno maneja a su antojo, tanto para justificar su exasperante intransigencia como para despreciarla cuando desde otras formaciones se la invoca.
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