Fernando Hernández Holgado
Continuamos esta semana con Victorina Rodrigo (Buitrago del Lozoya, 1916), hija del primer alcalde republicano de Buitrago y enfermera durante la guerra primero en esta población y después en Hoyo de Manzanares y en Guadalajara. «Trabajó mucho durante la guerra», nos recuerda su hermano Víctor, y hay que imaginar lo que supuso aquella experiencia –bombardeos, afluencia constante de heridos- para una joven de veinte años como ella. Finalizada la contienda, y encarcelados sus padres, Víctor y Juana, Victorina volvió a Buitrago para cuidar de los hermanos menores que habían quedado en el pueblo. No salió ya de la población, haciéndose cargo de la antigua carnicería y almacén de vinos de la plaza de la Bellota, en el mismo edificio donde vivía la familia, y trabajando al mismo tiempo de enfermera, «sin cobrar nunca ni cinco» como gusta de recordar su hermano Víctor. {phocagallery view=category|categoryid=528|limitstart=0|limitcount=0}
Con la experiencia que había adquirido durante la guerra, sus buenas dotes como enfermera fueron bien apreciadas por los médicos destinados a los pueblos de la zona. De todos ellos se convirtió en una imprescindible auxiliar. Si el médico de Villavieja tenía que desplazarse a los pueblos a vacunar contra el tifus, allá iba Victorina con él: a Braojos, a La Serna, a donde fuera. También se encargaba de atender todos los accidentes de carretera, o de sacar las motas –de los ojos- a los canteros de las obras del embalse. Solo una mota se abstuvo de sacar, pese a las presiones de médico de Buitrago, don Bernardo Barrios –ya había estado destinado allí antes de la guerra- y el paciente fue derivado con éxito a un oculista de Madrid, que la felicitó por su prudencia. Encargada también de atender a la guarnición de la Guardia Civil de Buitrago, y estando muy enfermo el brigada, el mismo médico propuso un tratamiento de inyecciones muy delicado que ni siquiera en Madrid se atrevieron a aplicar. Victoria se atrevió a hacerlo, exigiendo únicamente que don Bernardo estuviera presente. El tratamiento diario terminó bien y Victorina recibió las felicitaciones de Madrid por su labor.
Todo esto no debe hacer olvidar la hostilidad que sufrió la familia durante la inmediata posguerra, por parte de determinados vecinos aupados por la Victoria, que aprovechaban las nuevas festividades como el 18 de julio, día del alzamiento militar contra la República, para hostigarlos. Hasta el punto de que hasta la misma dotación de la Guardia Civil –el cuartelillo estaba muy cerca de la casa familiar-, que solía pernoctar en la casa de los Rodrigo, solía hacer de amortiguador de determinados conflictos. Los hermanos Rodrigo no frecuentaban, por ejemplo, el comedor de Auxilio Social del pueblo, «no fueran a hacernos la sopa», según refiere Víctor. Y Victorina, junto a su hermana Petra, estuvo a punto de ser pelada y purgada con aceite de ricino por roja, a petición de una vecina de derechas, familiar del entonces alcalde, en una reunión de la Falange local. Solamente lo evitó la providencial intervención del teniente Muro, un teniente de caballería alojado en la población -del que ya hemos hablado en otro Senda- y que tan grato recuerdo dejó en la familia por su humanidad.
Pese a todo, y al margen de la combativa significación republicana que había tenido su familia, Victorina fue una persona apreciada y valorada en una población que, por lo demás, no había sufrido ningún fusilamiento –aunque sí unas pocas denuncias- de «gentes de orden» durante la guerra. Este reconocimiento social, impulsado por su labor de enfermera, quedó reforzado por su actuación en la catástrofe del avión de Somosierra, en la peña Cebollera Vieja, a dos mil metros de altura, el 4 de diciembre de 1953. Veintidós pasajeros murieron y, entre los diez supervivientes, se contó el famoso industrial falangista José María Oriol y Urquijo, ex alcalde de Bilbao en 1939 y por entonces presidente de Hidroeléctrica Española. La noticia tuvo un gran impacto en el país, ya que se trataba del primer gran accidente de aviación comercial de España: en el parador de Somosierra se pudo ver a encumbrados ministros-militares como Luis Carrero Blanco y Agustín Muñoz Grandes. Dos partidas de vecinos subieron la montaña a auxiliar y rescatar a los heridos, antes que el ejército y la Guardia Civil: una encabezada por el párroco, Pablo Valdericeda, y otra por Victorina. Otros dos hermanos Rodrigo, Pedro y Ricardo, también participaron a los grupos de rescate.
El ABC del 4 de julio del año siguiente se hizo eco de la entrega de premios anual a médicos de la provincia. Como distinción especial se mencionaba a «Victorina Rodrigo del Pozo, enfermera de Buitrago, que tan abnegadamente actuó en el accidente de aviación ocurrido en Somosierra». Poco había imaginado la joven enfermera del Buitrago de 1936 que la vida daría tantas vueltas.
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Las fotos que ilustran este artículo son sobre la exposición que conmemoró en diciembre de 2003, en Somosierra, el accidente del bimotor Bristol 170, de la compañía Aviaco en 1953. Incluimos también el artículo que publicamos en enero de 2004.
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