LA SIERRA NORTE Y LOS MERCADOS

En 1304 Fernando IV concedió a Buitrago, el privilegio a perpetuidad de una feria. Esta comenzaría el día de san Lucas -18 de octubre- y duraría dos semanas. A ella acudirían todos los mercaderes que quisieran, ya fuesen cristianos, moros o judíos, con la garantía de que no serían requisadas sus mercancías por el camino y con el aliciente de que durante el período ferial no pagarían impuestos. Aunque la duración se fue acortando -en el siglo XVIII solo se celebraba la primera semana de noviembre- lo cierto es que la feria ha dejado poso en la villa y la comarca, siendo un precedente de la actual feria que se celebra en septiembre.
A finales del siglo XVIII la feria había ganado en organización y había adquirido un nombre. No se podía comparar con las de Tendilla o Valdemoro, pero los libros feriales que consultó hace ya tiempo Matías Fernández en el Archivo Municipal de Buitrago revelan que la de 1772 atrajo a 188 mercaderes. Debía ser un acontecimiento para una villa de unos 650 habitantes. Algo les caería a ellos en concepto de alojamiento y mantenimiento de los comerciantes.
Entre estos últimos los que se sentían más interesados eran los de los pueblos cercanos. Pero los había que atravesaban Somosierra desde Cerezo, Cantalejo, Riaza o Boceguillas. Desde el sudeste madrileño se acercaban vecinos de Vallecas, Arganda, Estremera y Villarejo de Salvanés. Junto a estos comerciantes comarcales, la feria atraía a toledanos, gallegos e incluso italianos y franceses. Todos venían con mercaderías que incluían mucho ganado y grano, pero también todo lo que requería una matanza que estaba a punto de celebrarse. Junto al alimento, lo necesario para el vestido (sayales, paños de Riaza), el calzado (cueros para abarcas, zapatos), el menaje de casa (platos de Talavera) y el utillaje artesano (productos de cáñamo, husos para hilar). A estos productos básicos se sumaban los caprichos: relojes, rosarios, algunos kilos de turrón, o baratijas, vendidas éstas por buhoneros franceses. A alguien le debía interesar la literatura popular: de Sepúlveda venía un vendedor de coplas. Y alrededor de la feria había espectáculos que trascendían al ámbito comercial, y había intercambios de información entre personas de diferentes comarcas, regiones y países.
La feria era una punta de lanza de las actividades mercantiles serranas, pero hubo que esperar mucho tiempo hasta que se le sumasen de forma regular los mercados semanales. La causa: la orografía y el clima. Éstas se explicitan cuando el 28 de agosto de 1763 se concede a la misma Buitrago la celebración todos los sábados de un mercado franco. El texto es claro: «a causa de ser toda aquella tierra de sierras y Montes que no produce más que algunos ganados, por lo que para surtirse de aquellos bastimentos más precisos tienen que acudir a otras Ciudades y Villas donde hay Mercado en lo que se les sigue notables perjuicios por las muchas nieves que en aquellas sierras se experimentan y la distancia que hay de siete a otros leguas al pueblo más inmediato que goza este privilegio». Por fin, desde 1763, los vecinos de Buitrago y alrededores no debían hacer largos viajes y esperar a comienzos de noviembre para comprar ropa, zapatos, utillaje o animales de granja.
En suma, en nuestra sierra no hubo mercados hasta bien entrado el siglo XVIII. Envuelta en una economía de subsistencia y una geografía que no ayudaba a los intercambios, solo la feria de Buitrago testimonia la organización de unos tráficos comerciales que alentaban la transferencia de mercancías. Obviamente, existían oficios mercantiles muy apegados a los concejos, pero salvo la citada feria no había ni una villa ni un sitio específico donde un conjunto de mercaderes se asentase para realizar sus actividades. Los vecinos se relacionaban mediante intercambios individuales raramente controlados por los poderes locales. Lo que quiere decir que no había mercados, pero sí había mercado.
Desde tiempos inmemoriales el mercado es una institución tanto económica como social. Si podemos conceder que es el tráfico de mercancías a cambio del cual se obtiene un beneficio, así como un importante elemento de cohesión e intercambio social, el mercado no es un monopolio del capitalismo. Además, no es una institución única del momento que nos ha tocado vivir; también tuvo lugar en sistemas previos como el feudalismo (otra cosa es «la economía de mercado» exclusiva del capitalismo). Es por ello que, como una derivación entre muchas, de ese mercado que citábamos más arriba, han surgido en los últimos tiempos experiencias que van a tener un espacio en la Uniposible.
Así, en este primer trimestre de 2015 inauguramos un Aula de mercado social en la sede de Trabensol. Cuenta con el concurso de la Cooperativa de Mayores de Torremocha de Jarama y con la colaboración de «Sumando» y «Olma Iniciativa Social», cooperativas de trabajo asentadas en Sierra Norte. El 22 de enero hemos hecho ya un repaso a la economía social y el cooperativismo, sus potencialidades y retos en nuestra sierra; en la sesión del 18 de febrero se presentará la Banca Etica Fiare y las posibilidades de ahorro, cuenta y crédito para emprendedores; y el 18 marzo veremos cómo funcionan La Mora (Comunidad de Intercambio de Sierra Norte) y la Prosumora (asociación con local y mercadillo semanal las tardes de viernes en calle Colegios, 38 de La Cabrera). Como experiencia de moneda social rural, de las más extensas y sólidas de España, La Mora persigue apoyar a los mercados y productos locales, así como a pequeños y nuevos proyectos de autoempleo en Sierra Norte. Es una realidad consolidada: son varios los desempleados que están dando forma a su propio proyecto, complementan sus rentas en moras e impulsan la producción y consumo local. Con más de 500 usuarios, La Mora ha movido, solo en moneda complementaria, el equivalente a más de 50.000 € en los dos últimos años. Lo que demuestra, en suma, la fortaleza de los mercados sociales en Sierra Norte.

Aulas de Mercados Sociales e Historia Social –  Uniposible

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