Son Alfredo, Estrella, Cristina, Pío, Ismael, Miguel y Sonia. Entre todos suman La Bojiganga, un grupo de música tradicional creado en la Sierra para llevar ritmos ibéricos y transmitir la riqueza de nuestras tradiciones. Acaban de sacar su primer disco autoproducido. Y han protagonizado una gira casi heroica que les ha llevado caminando, junto a sus dos borricos, por pueblos de Guadalajara, Madrid y Segovia, siguiendo el rastro del Arcipreste de Hita.
¿Qué es una bojiganga?. Y contadme también qué es La Bojiganga, de dónde salís y hacia dónde camináis…
Una «bojiganga» es un personaje arquetípico que designa a ese ser enmascarado, que sale a la calle con las campanillas o los cencerros anudados a la cintura, para expiar las culpas de la comunidad, o ahuyentar a los malos espíritus, o abatir los malos augurios, asociado de manera tradicional a fiestas invernales de raíz pagana. Y que en el contexto tradicional recibe millones de nombres: botarga, pelliqueiro, zangarrón, moharracho, zamarrón, pantalla, etc., etc…
En el Siglo de Oro, el personaje «bojiganguero» pasó al mundo de la farándula, para aparecer en autos sacramentales y en loas, por lo que ya en la época de Cervantes y de Lope de Vega se utiliza el término para designar a un tipo concreto de compañía ambulante de cómicos de la legua. La verdad es que es un vocablo que da para unas cuantas horas de charla…
Y luego, pues estamos nosotros. La Bojiganga como banda, que bebe un poco (al menos filosóficamente) de todo esto que hemos contado.
Nacimos de la amistad de un grupo de gente, al calor de la Sierra Norte de Madrid. Y caminamos hacia eso mismo. Nos gusta mucho andar en círculos. Lo demás es puramente colateral.
Habladme del disco
«El viaje entretenido» es un disco de 13 temas tradicionales de aquí y de allá, que atrapamos con un cazamariposas, o que se vinieron con nosotros en nuestro «periplo vital».
Algunos son inéditos, y otros recurrentemente versionados. Y hemos hecho esta mezcolanza precisamente porque la música tradicional no entiende de derechos de autor. Sino de la capacidad de emocionar o no. Y eso es lo que hacen estas canciones.
Por lo demás, es un disco completamente auto-producido. Sin subvenciones. Sin prestamos ICO. Sin crowfundings. Sin marketings. Y sin nada que termine «ing».
¿Cuál ha sido vuestro viaje entretenido?
El espiritual está por escribir. Y daría para unas cuantas páginas. El físico lo hemos plasmado en una gira de presentación del disco, en la que hemos recorrido a pie y acompañados de unos burros más de doscientos kilómetros, entre Hita (Guadalajara) y la ciudad de Segovia, siguiendo los pasos del Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita.
¿ Por qué en burro, pudiendo ir en coche?
Porque los viajes modernos, en coche, e incluso en tren, o en bicicleta distorsionan la noción del territorio. Del paisaje y del paisanaje.
El ser humano es un animal bípedo. Cuyo medio de locomoción natural es el de andar sobre los pies. Lo cual le permite inhalar, sentir, y atrapar los estímulos externos mucho más profundamente.
Andar un camino, no es lo mismo que rodarlo. Porque, caminarlo le confiere un sentido mucho más viajero.
Así lo hizo Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita. Que perdió la mula para poder pisarlo con los pies.
Y además, es mucho más romántico. Viajar en coche no tiene romanticismo ninguno. Por mucho que así hagan las giras todos los grupos.
¿Qué caras os habéis encontrado en ese viaje? ¿Qué reacciones?
Pues rostros que van de la estupefacción al entusiasmo. La acogida de los vecinos de los pueblos por los que pasábamos ha sido memorable.
Y nuestra satisfacción, al saber que les estábamos llevando un trocito de felicidad, totalmente inolvidable.
Caminar de pueblo en pueblo, ofreciendo un concierto gratuito en cada uno, es una experiencia que te hace recapacitar mucho.
En muchos de los pueblos, todavía los más viejos recordaban con agrado el tiempo en que acudían allí las compañías ambulantes de cómicos, o de titiriteros.
Nos quedamos con las palabras del señor Santos, en Valdepeñas de la Sierra : «Aquí solo había tres días al año de diversión: el día de la matanza, el día del esquileo, y el día de la función».
Nada nos hizo más felices que llevarles el tercero de esos días a estas gentes.
En vuestros conciertos hay sencillez y discurso… ¿Qué pretendéis transmitir?
Intentamos comunicar que la música tradicional no es una música equiparable al resto. Debido a que porta a sus espaldas una mochila muy pesada.
Un equipaje que va desde el código genético de la especie humana, a la placenta cultural de todos los hombres que en el mundo han sido.
Nuestros abuelos, y todos los que fueron antes que ellos. Esto es una responsabilidad muy grande.
Uno no puede salir al escenario como si fuese » La Oreja de Van Gogh», o los «Stones». Tocar, interpretar, divertir al público y para casa.
Al menos nosotros no nos permitimos el hacerlo así.
Porque el rock, el pop, o la música clásica, tienen la capacidad de emocionar, como todas las músicas, pero tienen muchas menos cosas que contar que la música tradicional.
Nosotros nos limitamos a jugar con esa ventaja. Y utilizarla. Desde la sencillez, claro, porque no hay otro código para poder hacerlo.
¿Tenéis la sensación de contar algo que ya no existe, que se acaba?
El folklore en general puede parecer un fósil. O una fotografía en color sepia. Apenas el susurro de una psicofonía del pasado.
Pero, en realidad es una percepción falsa. Porque nos habla de universos extintos, cierto. Pero, no es menos verdad que también habla de quienes somos ahora. En el momento presente.
Porque, la tradición no tiene nada que ver con el tradicionalismo. Es decir, con el inmovilismo.
La tradición está siempre en constante evolución. Y es el estancamiento, la recreación, la evocación, el tratarla como un retablo del pasado lo que termina por matarla.
El folklore está vivo. Se vive con entusiasmo en muchas zonas de España todavía. Y aunque en otros muchos sitios, como en las grandes ciudades, esté ya sepultado, o agonizante, es responsabilidad de todos hacer que siga vivo.
Hacia donde pensáis que caminan los pueblos y hacia dónde os gustaría que caminasen.
Los pueblos caminan hacia donde quiere la sociedad de consumo en la que vivimos instalados. Es decir, hacia la inexistencia.
Los pueblos, sobre todo los que no están cerca de un centro comercial, no importan. No dan votos, no generan consumo, y no responden a los estímulos como el resto de la masa.
Es decir, todo lo contrario que las ciudades. Y por eso, no es que no interesen. Es que no existen. Porque no valen para nada.
Y respecto a lo que nos gustaría a nosotros, pues, evidentemente, todo lo contrario. Nos gustaría que el medio rural fuese un escenario de vida. Un medio para vivir y para ser libre.
En esas andamos todos ¿no?
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