Raúl Prieto González
Cerdeña, aunque no lo parezca, es algo más que una isla de playas paradisiacas, acantilados recónditos, tiendas de nácar y alemanes en cada rincón. Es solo una de las primeras impresiones que traemos a casa los 11 chicos de la Mancomunidad Embalse del Atazar que durante una semana (del 7 al 14 de septiembre) hemos convivido con 10 jóvenes sardos en la localidad italiana de Fonni (Nuoro, Italia).
Este intercambio, enmarcado en el proyecto «Ruralcrea», se produce justo un año después de que los jóvenes italianos viajaran a nuestro país para conocer de primera mano las necesidades y dificultades del ambiente rural madrileño. El proyecto -financiado por el programa Europeo Juventud en Acción- ha sido organizado a través del promotor sardo Bim Taloro y el partner madrileño Mancomunidad Embalse del Atazar, junto con el apoyo de la empresa social Nouvi scenari.
El objetivo del proyecto ha sido compartir nuestras tradiciones locales a través de las recetas de cocina y los juegos, así como desarrollar un proyecto emprendedor en el ámbito rural. Sin embargo, la gastronomía y el ocio no han sido nuestros únicos lazos de unión: la danza, la música o el carnaval han sido otras de las múltiples propuestas a descubrir. Gracias a este viaje, hemos tenido la oportunidad de comprobar que las tradiciones sardas guardan mucha relación con las españolas, debido al poso cultural que dejó la Corona de Aragón durante sus 400 años de conquista.
Ordeñar ovejas, montar a caballo, visitar una central hidroeléctrica o amasar pasta a mano han sido solo algunas de las múltiples actividades que hemos desarrollado junto a nuestros compañeros italianos. Si tuviéramos que destacar algún momento en especial, nos quedaríamos sin duda con la cena intercultural que ofrecimos a los compañeros italianos: embutidos típicos de la sierra, gazpacho, patatas revolconas y rosquillas. Fue una auténtica satisfacción poder ofrecer una cena típica, pero más aún habernos organizado para prepararla todos los españoles juntos.
Después de una semana de convivencia, la despedida fue el único momento amargo que vivimos; y, aunque no sabemos aún si podremos volver a repetir este proyecto más adelante nos conformamos, de momento, con haber regresado a casa con nuevas amistades, nuevos proyectos en mente y muchas experiencias en nuestra mochila de viaje.
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